por: Mauricio Molinares Cañavera
Hay canciones que no son solo melodías, sino mensajes que vienen del cielo. Una de ellas es “El amor es más grande que yo”, nacida del talento infinito del Maestro Iván Ovalle y grabada por El Binomio de Oro en su álbum De Exportación (28 de noviembre de 1989).
“El amor es más grande que yo y que todas las cosas del mundo, más que el cielo, el sol y la Tierra. Es oír una expresión bonita de paz y cariño. Es hablar de lo lindo en la vida con un gran amigo.”
Y es que todo lo que viene de Dios es inconmensurable: no cabe en las reglas de medir ni en los límites del pensamiento humano. No hay cinta métrica para el amor verdadero, porque es esencia divina, ilimitada y eterna.
No tengo duda de que hay divinidad en esta
letra, inspirada por Dios en el corazón y en la mente del maestro Iván Ovalle.
Hace unos días, en una conversación con mi gran amigo Luis Carlos Quiñones, recordábamos otra línea de esa misma canción:
“Es mejor que se hable de amor, o de rosas, perfumes y flores, que de odio, venganza o
desdenes.”
Colombia hoy parece haberse acostumbrado a la retórica del enfrentamiento. Hemos caído en la trampa de hablar más de odios que de esperanzas, más de heridas que de sanaciones, más de agravios que de abrazos.
El apóstol Pablo escribió que “el amor todo lo cree, todo lo soporta, todo lo espera; el amor nunca deja de ser”. Y si nunca deja de ser, ¿por qué hemos permiOdo que el odio nos robe la voz y el rumbo?
No propongo, ni ingenuamente ni con candidez, tapar con pétalos las espinas que hieren a la Nación. Lo ilícito debe llamarse ilícito. Lo injusto debe corregirse. Pero incluso la verdad más dura puede pronunciarse con amor, porque el amor no es debilidad: es fuerza que construye, puente que une y luz que disipa la penumbra.
Hace apenas unas horas, conversando con el Maestro Iván, él me decía:
— “Mauro, la canción propone dos vías… una puede ser el odio, la venganza, la reacción airada, pero es mejor, Mauro, que se hable de amor.”
Y ahí está el reto más grande: hablar de odio es fácil, reaccionar con rabia es natural, responder con agresividad es lo inmediato. Pero hablar de amor, actuar con amor, decidir amar incluso cuando no parece conveniente… eso exige carácter, valentía y fe.
Nuestro país no necesita más discursos inflamados que dividan, sino palabras que inspiren a sembrar. No requiere más arengas para ganar bandos, sino más gestos para ganar hermanos. Porque una Nación no se salva con la victoria de unos sobre otros, sino con la victoria de todos sobre el odio.
Tal vez hoy sea el momento de cambiar el guion nacional de odio que nos han impuesto. De que los líderes —políticos, empresariales, sociales y espirituales— entendamos que cada palabra que lanzamos es semilla o veneno. Y que, siembra tras siembra, podemos transformar el terreno baldío del rencor en un jardín donde crezca el respeto, la justicia y la
esperanza. Es momento de soltar el odio, con unidad y abrazar el amor .
Así que, siguiendo la poesía de Iván, yo hoy quiero invitar a mi país a cambiar el tema de la conversación. Sí, hablemos de lo que nos duele… pero no olvidemos hablar de lo que nos puede sanar.
Es mejor que se hable de amor.
Porque el odio deja cicatrices, pero solo el amor siembra raíces.
Definitivamente, es mejor que se hable de amor
